viernes, 13 de junio de 2014

EL DESEO

-Por favor señor concédeme este deseo.
Día tras día le pedía a dios el mismo deseo, día tras día no me era concedido, pero por fin hoy vería cumplido mi sueño.
-Que asco de vida, mañana será lunes otra vez y mi vida monótona seguirá su curso-dije en voz alta.
Mientras seguía lamentándome sonó el teléfono, lo cogí rápidamente quizás fueran buenas noticias.
-Juan al habla dígame.
-Su deseo está en camino-no dijo nada más y colgó.
Mi cara era un poema, se podría decir que acababan de asustarme, ¿quien había llamado?, ¿Cómo sabia lo de mi deseo?
-Todo esto es muy raro, estoy seguro que se trata de alguna broma, es imposible que alguien sepa de mi deseo, no se lo he contado a nadie, debo tranquilizarme y no pensar más en ello-me dije luego decidí estirarme en el sofá para dormir un poco.
Morfeo no tardo mucho en venir a por  mí.
-Despierta Juan y disfruta de tu deseo-la misma voz que me había hablado por teléfono me despertó.
Abrí los ojos, mi deseo había sido cumplido, ya no tendría que volver a ir a trabajar, a los gatos no les hace falta.
Un extraño personaje que carecía de rostro me tenía en sus brazos.
-Disfruta de tu deseo-no dijo nada mas luego me dejo en el suelo y se fue.
-Miauuuuu-dije yo.





EL SENEGALÉS

EL SENEGALÉS
                                             
Cada día lo observaba no podía dejar de mirarle, ese chico senegalés era una obsesión enfermiza para mí.
Hacía más de un año que me encontraba sin trabajo y día tras día podía ver por mi televisor como seguían llegando pateras a nuestras costas, esos estúpidos inmigrantes eran los culpables de mi situación, hasta que no llegaron ellos este era un gran país, todo el mundo trabajaba, todos los españoles éramos felices, pero con su llegada todo cambio, nos quitaron los trabajos y arruinaron el país.
Mi situación era muy crítica no tenía ni para comer. Solo mi orgullo había evitado que acabara en un comedor social, mientras tanto ese senegalés cada día salía de su casa a las 12:00 en punto para ir a trabajar, mi rabia era muy fuerte lo odiaba con toda mi alma, ese trabajo me pertenecía me lo había robado.
El hambre me asediaba llevaba más de tres días sin prácticamente comer nada y creí que era el momento de rebajarme e ir a pedir ayuda, salí de mi casa rumbo al comedor social de mi barrio. Cuando me encontré frente a él una sensación de vergüenza se apodero de mi, nunca imagine llegar a esta situación tan desesperada aun así decidí entrar, no  quedaba de otra, me senté en una de las mesas que estaban repletas de gente con la cabeza gacha, muy avergonzado espere pacientemente que me dieran de comer.

-Amigo míreme no sienta vergüenza, yo también estuve en su situación y conseguí salir adelante, si lo desea le ayudare como a mí me ayudaron-una voz de chico joven que hablaba con acento extranjero me hablo con gran cariño, sus palabras me conmovieron y decidí levantar la cabeza para poder verle, para mi sorpresa era ni más ni menos que el chico senegalés que tanto yo había odiado, la tierna imagen imagen del chico senegalés dándome ánimos con una gran sonrisa, me emociono y no pude más que levantarme para abrazarle, rompiendo a llorar como un niño.