miércoles, 30 de abril de 2014

CURA DE HUMILDAD

Cuando alguien cree ser el mejor, que duro darse cuenta que no lo es.
Así era yo, una persona prepotente y creída. Nunca pensé, que llegaría el día en que todo mi mundo se desmoronaría,  no volvería a levantar cabeza,  tendría que tragarme todo mi orgullo, aceptando todas las críticas y  reproches.
-Jesús, ya te avise - mi gran amigo Pedro, me tiraba en cara, que no le hubiera hecho caso.
- No puedo negar que la he cagado - me sentía tan avergonzado, que ni  podía  mirarle a la cara.
-Cagado es poco, debería darte una paliza, eres un loco, un inconsciente, si pudiera te mataria, pero ya es tarde, para ti, para todos, qué les diré, ellos creyeron en ti.
Pedro me miro por última vez con cara de odio, y sin decir nada más, dio media vuelta y se fue, allí me quede yo, sin saber qué hacer, ni que decir, pero realmente ya me daba todo igual, no me quedaban ya fuerzas para seguir luchando.
-Dios, ¿qué debo hacer ahora?
 Pedir ayuda a Dios, mi último y más estúpido recurso, el silencio por respuesta, ¿que esperaba yo?  ¿Que el señor me ayudara? ¿Me sacara él las castañas del fuego?  Bien sabía que no lo haría, no tenia porqué.
 Esperando una respuesta que nunca llegaría, allí estaba  yo,  sólo en el centro de mando, sin ideas,  sin saber qué hacer, viendo como la nave, se dirigía, irremediablemente hacia el sol.
Desesperado, rompo a llorar como un niño chico, que imagen tan esperpéntica y bochornosa, para alguien qué se consideraba el nuevo mesías, el salvador de la raza humana, ahora convertido en el ángel exterminador, que acabaría con  la vida de los últimos seres humanos, los cuales, confiando en mí, habían  subido a la nave, con la promesa de una nueva vida. Dejando atrás la Tierra, mundo moribundo, en busca de un nuevo Edén, donde volver a empezar, sin cometer los mismos errores. Pero por mi mala cabeza, mi actitud chulesca, creí ser capaz de pilotar la nave, sin tener la menor idea, así me fue. Gracias a esta decisión tan estúpida, la nave quedo a la deriva, ahora, irremediablemente, acabara sucumbiendo en el fuego infernal, del astro rey, junto a mis sueños de grandeza.






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