viernes, 11 de septiembre de 2015

HISTORIAS



-Le propine tal paliza, que ese cabrón deseará no haber pisado este nuestro barrio.
Así de orgulloso hablaba ante su público John, en el viejo bar de su barrio, donde se reunía todos los miércoles, junto a su grupo de amigos de la infancia.
Estos le escuchaban anonadados, como si de un Mesías salvador de su patria, de su tierra se tratara.
Un falso Mesías, un cobarde, que agrandaba su ego contando “sus batallitas”, de cómo propinaba salvajes palizas a viejos mendigos. Muchos de ellos enfermos, a los cuales no quedaban fuerzas ni para defenderse, ni para huir, no podían más que abandonarse a su suerte, esperando un poco de compasión de John, una compasión de la cual carecía.
John se agrandaba ante sus amigos que le jaleaban como su héroe.
Las jarras de cerveza iban y venían, se retiraban las vacías, traían de llenas. Cuanto más alcohol consumían, más alterados se encontraban. Las historia subían de tono, se volvían más violentas, ya ni John podía distinguir la realidad de la ficción, bien podían todas ser historias inventadas, quizás sus amigos, tan solo se aprovechaban de él, le escuchaban y jaleaban a sabiendas que este les invitaría a beber.
-Bueno chicos, creo que ya he bebido demasiado, voy a irme a mi casa, nos volvemos a ver el miércoles que viene, adiós amigos-John se despide, su estado es más que lamentable, no solo esta borracho, hace ya tiempo que se abandono, su aspecto desaliñado es muy parecido al de cualquier mendigo, de esos que el presume haber lastimado, vestido con ropa raída, larga barba y olor nauseabundo, que detona que hace tiempo no se lava.
Mientras sale del bar con gran dificultad para mantenerse en pie, sus “amigos” lo observan y ríen a carcajadas burlándose de él.
John camina por los viejos callejones poco iluminados de su barrio, un gran barrio en sus mejores tiempos, ahora el peor de la ciudad.
Se siente mal, mareado, cada vez tolera menos el alcohol, aun así no puede dejar de beber, es un borracho y lo sabe. Se sienta en el suelo, cree que así se encontrara mejor. Ya en el sucio suelo, un grupo de chicos jóvenes con la esvástica tatuada en la frente, se fijan en el.
-¡Viejo borracho! ¡Desecho de la sociedad! Se puede saber que haces en nuestro barrio, la gente como tú no merece vivir-le grita el que parece ser el cabecilla.
John no le oye, está tan bebido, que se ha quedado dormido.
-¡Esta dormido! ¡El viejo está dormido!-Exclama otro de los chicos.
-Dani, creo que deberíamos hacer una buena acción, hoy hace mucho frío, ve a buscar el bote de gasolina, le prenderemos fuego para que se caliente.
La suerte de John está echada, su final, como el final de cualquiera de sus historias.







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