-Coloca los carros de
los bacón dentro del horno y luego ya puedes irte a casa Juan -me dijo mi
encargado mientras se dirigía al fichero.
-Así lo haré-le
respondí.
Cuando acabe de colgar
todos los bacón en los carros ,los fui colocando dentro del horno, uno por uno,
hasta que finalmente le llego el turno al sexto y último, luego cerré la
puerta.
-Por fin he acabado ya
puedo irme-exclame en voz alta.
Acto
seguido me dirigí hacia el fichero, y, en el momento que iba a fichar salida, me
di cuenta que había perdido mi ficha, la busque por toda la sala donde había
estado trabajando, y no la encontré, estuve un rato pensando, y llegue a la
conclusión, que bien podría haberme caído, mientras colocaba los carros dentro
del horno.
-Allí
debe estar-volví a exclamar en voz alta.
Aunque
hablara solo, nadie podía oírme era
domingo y me encontraba yo solo allí, aunque dentro de poco más de diez minutos, a las 6 en punto de la mañana, llegaría un compañero de trabajo llamado Carlos, que tenía como primera tarea encender el horno.
Volví
al condenado horno, no me hacia ni pizca de gracia entrar otra vez, me daba
autentico pavor quedarme encerrado dentro, muchas veces había estado
imaginándome cuánto dolor y sufrimiento podría llegar a sentir alguien que
muriera quemado vivo, para mí era uno de mis mayores temores. Este temor era
consecuencia de una terrible acción que yo hiciera en mi niñez. Los niños
pueden llegar a ser muy crueles y yo realmente lo había sido, casi bien podría
decir que actué con un sadismo y una crueldad extrema, no sé bien el porqué pero cuando tenía seis años, atrape una lagartija y como si de un demonio
hubiera sido poseído, para divertirme le prendí fuego y me quede mirando como la
pobre se retorcía de dolor, con una tétrica sonrisa en mi rostro sin sentir
remordimiento alguno. Cuando recuerdo el sufrimiento de la pobre lagartija, no
puedo más que preguntarme que me indujo a cometer tal atrocidad, desde ese día
tengo la firme idea, que como castigo de Dios yo moriré de igual manera, motivo
por el cual intento evitar toda situación que pueda tener algo que ver con el
fuego.
-Bueno
Juan acabemos con esto de una vez-me dije para mí en voz alta mientras abría la puerta del
horno.
Entre
dentro y comencé a buscar por el suelo, la tarjeta no parecía estar allí, pero
algo me llamo la atención, en uno de los carros parecía que algo se movía, me
acerque, y, si, una pequeña lagartija se encontraba allí, decidí cogerla para
sacarla del horno, no quería que acabara muriendo quemada viva.Cuando intentaba
cogerla, resbale y caí al suelo, golpeándome la cabeza, quede inconsciente, aun
así ,pude oír la voz de Carlos, que acababa de llegar, pero no era capaz de pedir
ayuda, el tampoco podía verme, al encontrarme en el suelo, tapado totalmente por
los carros.
-Ya
se ha vuelto a dejar abierta la puerta del horno Juan-mientras refunfuñaba
cerró la puerta y acto seguido encendió el horno.
Aunque
solo duro un instante sentí un dolor como nunca imagine haber sentido, por
suerte el sufrimiento no duro mucho y pronto quedo sesgada mi vida, mientras, fuera del horno, una pequeña lagartija se alejaba de allí sin prisa alguna, pausadamente como habiendo ya cumplido su cometido.
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