lunes, 10 de marzo de 2014

COMIDA PARA PERROS

Le aseste multitud de puñaladas, mientras no paraba de repetirle que la quería.
-Bueno chicos hoy os he preparado un gran manjar, espero que sea de vuestro agrado-les dije a mis queridos perros, los únicos que podían llegar a entenderme y a quererme.
Les deje su comida y entre de nuevo en casa. Había anochecido, los días pasaban y yo seguía sin encontrar mi verdadero amor. Dios sabe que lo he intentado todo para encontrarlo, pero no ha podido ser.
Absorto en mis pensamientos , olvide por un momento la tristeza que sentía dentro de mi ser, cerré los ojos y visualice la cara de Eva, mi última cita, que rostro más angelical, con su sola mirada te enamoraba, era preciosa, cuando sonreía el tiempo se paraba, era perfecta, pero yo no lo era para ella.
¿Cual era el motivo? ¿Que maldita razón me impedía ser feliz? ¿Por que esas perras no me amaban? ¿Por que esas putas me rechazaban? No podía dejar de hacerme preguntas sin encontrar un respuesta. ¿Acaso era yo diferente? ¿Un ser despreciable? ¿Un monstruo? ¿Alguien que ni tan siquiera, mereciera un poco de cariño? Solo mis queridos perros me comprendían, me querían, y yo a ellos, solo a ellos.
Me arrodille en el suelo con los brazos abiertos. pidiendo clemencia a Dios, necesitaba dejar de sufrir, morir si fuera necesario.Las lágrimas brotaron de mis ojos, recorriendo mis mejillas hasta caer al suelo, mí angustia se acrecentó, mis ganas de vivir se diluían por momentos.
La noche se me hacia eterna, al salir el sol siempre solía encontrarme mejor, era necesario que la luz volviera, la oscuridad me atormentaba, el sufrimiento era tan grande, que creí era momento esa misma noche acabar con él.
Me dirigí a la cocina, nada más entrar, lo pude ver, ahí estaba, el cuchillo, con su filo ensangrentado parecía llamarme, atraerme hacia él, debía cogerlo, era el instrumento perfecto que acabaría con mi  angustia.
Fuera de mi casa, frente a mis queridos perros, me corte las venas, mí sangre cayó al suelo, ellos comenzaron a beberla, como si de un gran elixir se tratara. Mientras perdía las fuerzas y la vista se me nublaba, me sentí feliz, sabia de ciencia cierta, que mis queridos amigos disfrutarían no tan solo bebiendo mi sangre, también saboreando mi carne, como esa misma noche habían hecho con la de Eva, y las anteriores, con la de las otras malditas zorras.



No hay comentarios:

Publicar un comentario