Le
aseste multitud de puñaladas, mientras no paraba de repetirle que la quería.
-Bueno
chicos hoy os he preparado un gran manjar, espero que sea de vuestro agrado-les
dije a mis queridos perros, los únicos que podían llegar a entenderme y a
quererme.
Les
deje su comida y entre de nuevo en casa. Había anochecido, los días pasaban y
yo seguía sin encontrar mi verdadero amor. Dios sabe que lo he intentado todo
para encontrarlo, pero no ha podido ser.
Absorto
en mis pensamientos , olvide por un momento la tristeza que sentía dentro de mi
ser, cerré los ojos y visualice la cara de Eva, mi última cita, que rostro más angelical,
con su sola mirada te enamoraba, era preciosa, cuando sonreía el tiempo se paraba,
era perfecta, pero yo no lo era para ella.
¿Cual
era el motivo? ¿Que maldita razón me impedía ser feliz? ¿Por que esas perras
no me amaban? ¿Por que esas putas me rechazaban? No podía dejar de hacerme
preguntas sin encontrar un respuesta. ¿Acaso era yo diferente? ¿Un ser
despreciable? ¿Un monstruo? ¿Alguien que ni tan siquiera, mereciera un poco de
cariño? Solo mis queridos perros me comprendían, me querían, y yo a ellos, solo
a ellos.
Me
arrodille en el suelo con los brazos abiertos. pidiendo clemencia a Dios,
necesitaba dejar de sufrir, morir si fuera necesario.Las lágrimas brotaron de
mis ojos, recorriendo mis mejillas hasta caer al suelo, mí angustia se acrecentó,
mis ganas de vivir se diluían por momentos.
La
noche se me hacia eterna, al salir el sol siempre solía encontrarme mejor, era
necesario que la luz volviera, la oscuridad me atormentaba, el sufrimiento era
tan grande, que creí era momento esa misma noche acabar con él.
Me
dirigí a la cocina, nada más entrar, lo pude ver, ahí estaba, el cuchillo, con
su filo ensangrentado parecía llamarme, atraerme hacia él, debía cogerlo, era
el instrumento perfecto que acabaría con mi
angustia.
Fuera
de mi casa, frente a mis queridos perros, me corte las venas, mí sangre cayó al
suelo, ellos comenzaron a beberla, como si de un gran elixir se tratara.
Mientras perdía las fuerzas y la vista se me nublaba, me sentí feliz, sabia de
ciencia cierta, que mis queridos amigos disfrutarían no tan solo bebiendo mi sangre,
también saboreando mi carne, como esa misma noche habían hecho con la de Eva, y
las anteriores, con la de las otras malditas zorras.
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