martes, 11 de marzo de 2014

LAS LUCES SE APAGARON

Entonces…se escuchó un grito y las luces se apagaron.
Ella había muerto y yo con ella.
Mi mundo acababa de derrumbarse, ya nada tenía sentido. Sin ella no valía la pena vivir.
En mi celda, a oscuras, rezaba para que Dios me llevara con ella, por suerte, pronto mis ruegos serían escuchados. La luz volvió y  el carcelero vino a por mí.

Era mi hora, mi destino. El mismo que mi amada, morir en la silla eléctrica, antes un desdichado destino, ahora una liberación, el único modo de volver a estar con ella.

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