Ya
nadie parece recordar los tiempos pasados, todo se perdió en un suspiro, un
fuerte estruendo resonó en el cielo, luego una luz cegadora dejo a toda la
humanidad sumida en las tinieblas.
Han
pasado ya 30 años desde ese terrible suceso, unos pocos deseamos volver a la
superficie, la mayoría se niega, temen la luz, se han acostumbrado a la
oscuridad, muchos ya nacidos en el interior de las cuevas no encuentran motivo
por el que salir, ellos no temen la luz porque no la conocen, ni tienen
necesidad de conocerla, nacieron privados de visión y así son felices.
-Jaime
por favor, escúchame, aunque parezca una locura deberíamos salir-tenía que
convencer como fuera a mi gran amigo Jaime, junto a mi era uno de los pocos que
había visto la luz del sol.
-No
lo veo tan claro Ángel, podría ser peligroso, no hay necesidad ninguna de salir
a la superficie-Jaime se mostraba muy reacio a salir.
-Yo
estoy decidido a hacerlo, quieras o no acompañarme saldré, solo quería que
vinieras conmigo, al fin y al cabo te considero mi mejor amigo-no hablaba por
hablar, siempre habíamos sido amigos, desde mi más tierna infancia le recordaba a mi lado, éramos inseparables y me sabia muy mal no poder contar con él,
en un momento tan importante para mí, como el de salir de este oscuro agujero.
-Lo
siento Ángel, no saldré contigo.
Estas
últimas palabras de Jaime me entristecieron mucho, ya no era el mismo, desde el
momento que entramos en la cueva todo cambio, la persona alegre e introvertida
que yo conocía desapareció, dando paso a otra muy huraña e introvertida.
En
ese momento me di cuenta que mis recuerdos eran solo recuerdos, la mayoría de
gente actuaba como Jaime ya habían olvidado su antigua vida, no querían ni oír
hablar de ella. Su nueva vida en la oscuridad les parecía bastante buena, a mí,
sinceramente no, mis recuerdos aun habiendo pasado ya 30 años eran muy claros,
no podía olvidarlos, la vida en las tinieblas no era para mí, necesitaba salir
y volver a respirar el aire puro de la superficie, volver a ver la luz del sol.
Me
senté en el suelo a meditar, estaba solo, todo el mundo había ido ya ha comer,
yo no tenía hambre, ya no quería comer, no volvería hacerlo allí dentro, si no
podía salir, prefería acabar de una vez con mi sufrimiento, solo la esperanza
de volver a la superficie, me había mantenido con vida, sin ella, la muerte,
era mi única salida.
Estuve
un largo rato con los ojos cerrados, sin pensar en nada, con la mente en blanco,
cuando volví a abrirlos, algo cambio dentro de mí, la oscuridad pareció
desaparecer, una luz brillante apareció ante mí, iluminando el camino de salida,
era la señal que llevaba tanto tiempo esperando, saldría de allí y lo haría
solo, al fin y al cabo, así me encontraba a pesar de convivir con multitud de personas,
desde el primer momento que entrara en
ese oscuro lugar, la soledad se adueño de mí, no conseguí nunca dejar esa
sensación de soledad en ningún momento.
Mientras
recorría los pocos metros que me separaban de la superficie, los recuerdos
volvieron a mi mente, me sentí feliz, con fuerzas para salir, los miedos y las
dudas que alguna vez pude tener, desaparecieron, una nueva vida me esperaba
allí fuera, y yo estaba dispuesta a vivirla.
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